Cómo esta emprendedora se recuperó de una tragedia indescriptible a través de la gratitud

Mayra De Catalan. Foto por Tar Macias, JEFAS Magazine
Por Christina Fernández-Morrow, JEFAS Magazine
El coche circulaba a 183 km/h cuando cruzó el separador central envuelto en una nube de metal y tragedia. En los segundos previos al impacto, Mayra De Catalan era simplemente una madre que volvía a casa con su hijo de siete años y su sobrino de cuatro, ambos en el asiento trasero. Después del accidente, se convirtió en alguien completamente distinto: una sobreviviente que tendría que aprender a reconstruir su vida desde cero.
Su hijo Thiago sufrió una fractura en el brazo. Su sobrino Marcos no sobrevivió al impacto. Mayra quedó gravemente herida: con la parte baja de la espalda destruida, hemorragias internas, una rodilla y un tobillo destrozados, varios dedos torcidos, múltiples cortaduras y raspaduras, y con casi el 70 % de su sangre perdida.
Fueron necesarias tres cirugías consecutivas, de más de doce horas en total, antes de que los médicos pudieran saber si sobreviviría. Mientras los doctores luchaban por salvarla, su familia lloraba la pérdida de Marcos y rezaba por su vida. “Mi pobre esposo no sabía si yo iba a sobrevivir. Mi hijo estuvo a punto de perder a su madre”, recuerda.
Un camino de recuperación largo y doloroso
El proceso de recuperación ha sido lento y lleno de obstáculos. Requirió múltiples hospitalizaciones, más cirugías, y un dolor constante que a menudo la deja sin aliento y sin fuerzas. Mayra ya no puede permanecer sentada, de pie o caminando por más de 45 minutos sin tener que cambiar de posición. “Tengo que alternar entre estar sentada, acostada y caminando. Estoy en constante movimiento”, explica. “Una vez tuve que acostarme en el suelo durante un partido de fútbol de mi hijo. Recuerdo que una familia pasó, me miró y preguntó: ‘¿Qué le pasa a esa loca?’. No me importó. El dolor era tan intenso que tenía que cuidarme”.
A todo esto se sumó la devastación emocional. “No solo estaba de luto, también sufría un dolor físico y mental constante”, comparte. “Rezaba todo el tiempo porque sentía mucha rabia. Rezaba para poder perdonar a ese hombre”.
El perdón marcó un punto de inflexión. “No creía que fuera capaz de hacerlo, pero un día lo logré. Y en cuanto lo hice, pude empezar a enfocarme en otras cosas, como cuidarme y agradecer lo que aún tenía”. La gratitud se convirtió en la base de su sanación.
Adaptarse, resistir y reinventarse
Inmovilizada en cama e incapaz de encargarse de las propiedades en renta que ella y su esposo gestionaban como parte de un nuevo negocio, Mayra enfrentó una decisión difícil: dejar que todo se derrumbara o buscar una nueva forma de seguir adelante. La pareja actuó con rapidez: automatizaron procesos y contrataron personal y proveedores externos para mantener la operación sin su presencia diaria. “Estoy agradecida de que mi esposo siempre priorizara el ahorro”, reflexiona. “Esos ahorros nos permitieron hacer los ajustes necesarios cuando más los necesitábamos”.
Ese respaldo financiero y las adaptaciones empresariales le dieron algo invaluable: tiempo y espacio para enfocarse plenamente en su recuperación.

Mayra De Catalan. Foto por Tar Macias, JEFAS Magazine
La escritura como refugio
Con su supervivencia física y económica asegurada, Mayra encontró consuelo en escribir un diario. Lo que al principio fue un desahogo de su dolor y enojo, se transformó en una herramienta de reflexión y crecimiento personal.
“Estoy agradecida de poder mover los dedos de los pies otra vez, de que mis uñas estén creciendo, de ver salir el sol”, dice con voz firme. “Pasé de estar llena de rabia a sentir gratitud, y eso cambió mi vida”.
“Cuando empecé a escribir, todo era ira, dolor y tristeza”, recuerda sobre sus primeras páginas. “Después pasó de un ‘¿por qué a mí, Dios?’ a un ‘¿qué quieres que aprenda de esto, Dios?’”.
Gratitud como práctica diaria
Mayra desarrolló rituales en torno a su gratitud. Cada vez que entra a su casa, realiza una pequeña tarea doméstica: lavar los platos, doblar ropa, cualquier cosa que la haga sentir útil. Luego escribe sobre lo agradecida que está de poder hacerlo para su familia. “Lo hago siempre, sin importar cuántas veces entre en casa durante el día”.
En ocasiones, también dedica unos minutos a meditar, repetir afirmaciones o leer libros centrados en la esperanza y la superación.
“Volví a sonreír, a sentirme feliz”, cuenta. La práctica le ayudó a enfocarse en lo que aún tenía, en lugar de lo que había perdido. Sin embargo, no ha estado exenta de recaídas. La culpa de sobreviviente la persigue, así como el temor de ser una carga para su hijo, quien tuvo que aprender a cuidar de una madre que ya no podía hacer todo lo que antes hacía.
Redefinir el éxito
El accidente obligó a Mayra a replantearse sus prioridades. “Antes estaba obsesionada con ser una mujer exitosa, hacer crecer mi negocio, alcanzar metas. Ahora me enfoco en lo que me hace feliz: ser madre, esposa, compartir con amigos y familia”.
Los momentos de tristeza aún llegan, sobre todo cuando ve a niños que le recuerdan a Marcos. Sabe que el dolor no desaparecerá por completo, sin importar cuántos diarios llene o cuántos rituales practique. En esos momentos, recurre a su red de apoyo, y ha aprendido a ser vulnerable y a expresar sus emociones, herramientas que también le sirven para ayudar a su hijo con su propio duelo.
La terapia constante, la natación y seguir escribiendo son pilares de su sanación. Cada pequeño avance —desde mover los dedos de los pies hasta contemplar el amanecer— es un recordatorio de que sigue aquí.
Hoy, los diarios de Mayra suman ya varias docenas, cada uno testimonio de su camino de víctima a sobreviviente, y de ahí a una mujer que elige, día a día, vivir con gratitud. “Puedo ver crecer a mi hijo. Preparar la cena para mi esposo”, dice. “Antes hacía diez cosas a la vez. Hoy agradezco poder tomar este lápiz, escribir, y estar presente de verdad”.
En una vida marcada por la tragedia, esos pequeños actos son ahora sus más grandes victorias.
¡Sigue leyendo sobre otras JEFAS!